martes, 28 de diciembre de 2010

El Fin...

Normalmente desde hace unos 4 o 5 años para la última semana del año tengo acostumbrado a realizar un breve escrito haciendo balance de lo hecho y dando agradecimientos a las personas cercanas y o tan cercanas el cual solía publicar en “my espace” del messinyer(pero ahora los hijos de puta de Hotmail borraron todo.). Para este año no quiero que uds sean metiches con mi vida. Como dijo alguien “mi vida privada es MI vida privada”, aunque difiero mucho de esa opinión al pensar que nadie tiene una vida privada como tal sino, más bien, lo que se tiene es una vida escondida que tarde o temprano saldrá a la luz.

Y por estas fechas tan conmovedoras y llenas de nostalgia es usual ver, leer y escuchar grandes letanías y retahílas que nos evoquen la reflexión y el cambio, discursos complicados que nos exhortan a llevar una mejor vida comiendo uvas rancias. Es fin de año, pero no es un año lo que termina, es el fin de un periodo, el fin de una década, el fin de una generación-la nuestra-.

Mientras miles se agolparan en bodegas llenas de estatuas, velones y crucifijos, millones flotaran sobre maderos intentando recuperar y retener lo hecho en el año o tal vez lo realizado en toda una vida. Algunos sonreirán y bailaran al son de la música tradicional, del vallenato, de la salsa y del eterno sabor de Joselito. Algunos más amargados osaran no hacer nada, encerrarse en casa e intentarán dormir a las 10pm drogados con dosis letales de somníferos evitando así que la pólvora tan bulliciosa les perturben el sueño cotidiano. Y para los depresivos suicidas el menú va desde comer buñuelos envenenados hasta ahorcarse con las guirnaldas que decoran la casa.

Todos será igual, las promesas de cambio y mejoramiento se olvidaran horas después. Los maravillosos propósitos se van por el desagüe junto con un revoltijo de bilis, masa de hayacas, natilla, y Coca-Cola. La vida seguirá su camino habitual. Lo inquietante del asunto es que justo estamos en medio de un torbellino ruin y desgarrador, se acaba la década. Hemos vivido diez años y hemos hecho de la nada nuestro oficio más rentable. Diez años desperdiciados frente a una pantalla, con la cabeza abajo mirando algún infernal aparatito; diez años sin voz, voto ni ganas de tenerlos. Ahora muchos de nosotros somos despreocupados y mantenidos, sin sentido ni rumbo de la vida; no debemos preocuparnos por conseguirlo, no habrá futuro para nosotros. Estamos condenados a enlistarnos a las filas de lo que los economistas y estudiosos del mercado laboral llaman “generación cero” (sin trabajos ni expectativas).

Ya es tarde para hacer algo, se nos acabó el tiempo y aunque tuviésemos más igual lo desperdiciaríamos en cosas tan absurdas como ver Mtv o protagonistas de novela. En el fondo no queremos más tiempo, queremos que esto se acabe lo más pronto posible para así evitar el suplicio de enfrentarnos a nosotros mismos. Nos regocija ser mantenidos, nos dedicamos a abrir las piernas y desparramar hijos e insensateces por ahí. Nos sedujeron con los vicios vulgares del alcohol, el cigarrillo y las drogas. Nos obligaron a estudiar carreras que no queremos para conseguir trabajos que odiamos.

Nuestros bisabuelos y abuelos vivieron las atrocidades de la guerra mundial, nuestros padres y mentores vivieron lo paradisiaco de los 60´s y 70´s. Nuestros hermanos se emocionan al ser de la generación X. Nosotros, los indeseados “YE” (que no es invento de Andrés López) no hemos vivido más que convulsiones político-economicas y tecnológicas. Nos criamos bajo una arena movediza que ya nos impide respirar con tranquilidad. Es el fin de nuestras esperanzas y sueños. Y qué si algunos optimistas chupavergas de Coelho, Duque Linares y el tipo que escribió “La culpa es de la vaca” pregonan un panorama alentador en el que la actitud y mentalidad positivas son el secreto del éxito, ellos dicen eso para ganar millones; nuestro desesperado existencialismo les llenan las chequeras.

Es el fin de un año. Es el fin de muchas vidas a causa de la enfurecida tierra que nos hace “pao, pao” por el culo. Terremotos, lluvias, sequias y hambre fueron todas causadas por le hipocresía humana. Este es tema de otro escrito.

El consumismo y las marcas han sido el ácido inoculado que quema nuestras venas y almas desde adentro. Ni el dios, ni el mesías, ni el líder, tampoco el futbol nos han salvado de tanta mierda. El mundo se desquebraja y no tenemos con que pegarlo. El planeta nos odia, le caemos mal. El planeta quiere aplastarnos como garrapatas que estallan dejando una desagradable mancha de sangre.

Se acaba el año y Uribe sigue caminando campante con su poncho y alpargatas exigiendo inmunidad por los descuidos cometidos. El 2010 estuvo lleno de corruptos y jorobados que querrán robarle el oro y la mirra a los reyes magos-el incienso será desechado como la leche-.

Si, yo solo me la paso quejándome y siendo inconforme. Pinto un paisaje depresivo y desolador ¿y qué? No por eso soy un amarillista desocupado como los que escriben para varias publicaciones a nivel regional y nacional.

Pero algo bueno habremos de rescatar de este fin. Cada quien entenderá como fue su proceso durante el año y su vida. Siempre miraremos hacia atrás recordando y suspirando por aquellos amores inolvidables, por las experiencias que dejaron huella, por los sucesos hediondos que nos cagaron algún momento. Como todo en la vida misma hay cosas buenas y malas. Solo nos queda esperar sentados y ver como cae el mundo poco a poco. Los amigos y las risas son un excelente placebo que calme la angustia despertada. Nuestras familias son el escudo que nos protegerán hasta donde sea posible, la familia es importantísima.

El mundo se acabara eso es indudable, pero no ocurrirá como muchos supersticiosos, mayas y expertos alquimistas esperan que sea. Porque al final el amor que tú tomas es igual al amor que tú haces. Les imploro a que se resignen a seguir perdiendo el tiempo.

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