domingo, 13 de febrero de 2011

(...)

Maldita sea la hora en la que endulce tu oído, en que pretendí ser el hombre que necesitabas. Maldita la hora en la que me transforme de mil formas distintas y ninguna te agrado, sencillamente porque la naturaleza de mi verdadero ser era demasiado horrible para soportar por más de una hora seguida.

Y no hay suficientes palabras que expresen adecuadamente mi “dolor”. Porque mucho más que dolor, angustia, o desesperación… tengo vacío.

Maldito el momento en que todo se destruyó, en que yo te mate

Ahora estas agonizante, coja. Ahora vives con un enorme rencor hacia a mí. Ahora me odias. Ahora tú me matas. Ahora tú no quieres saber nada de mí. Ahora yo te facilito las cosas…

Y yo no hago más que quererte y amarte… te prometí que te cuidaría en todo modo de los males exteriores. Dependía de tu cuidarte de mí ser. Debiste andar con precaución… ¡JODER!

¿Y si esto no es mas que un mal sueño?

La pesadumbre que domina mi alma es peor que la que vivi hace unos años.

Porque a ti mujercita he amado mas que a otra que se me halla atravesado.

No podras perdonarme nunca por querer liberarnos a ambos de tan estrecha y malformada situación. No quiero que me odies, solo quiero que me olvides. No quiero que me mates como yo ya lo hice contigo, quiero pertenecer oculto muy oculto entre los cajones polvorientos de tu pasado.

No todo fue mi culpa… pero si fui responsable de todo. No me exonero de cargos imputados en la discordia de un malhabido beso. No, no. No. No. no.

Porque cuando quiero, quiero intensamente. Quiero y amo tanto que no permito que nada viva. Todo debe morir cuando mi querer se ve sufriendo las desgracias del Werther.

Tu nunca me escuchaste… nunca me entendiste. Todo lo que decía y hacia era por y para ti.

Y me arranqué el corazón para danzar con mis intestinos alrededor de la fogata en la que tus huesos y tu grasa se consumen al mismo ritmo de los diez mil cigarrillos que me fumo por minuto.

Me cabello se cae, mi cara se demuda, mi piel se vuelve leprosa. Estoy enfermo y moriré sin ver tus dulces ojos de caramelo.

Y ella me odiara por toda la eternidad. Amen.

No hay comentarios:

Publicar un comentario