miércoles, 2 de febrero de 2011

A Nathalie: Del adiós al comienzo.

Eran casi las 6:30 pm cuando entramos a su apartamento. Era pequeño y bastante acogedor. Estaba organizado y tenía una estética brillante y pulcra. Entramos al cuarto de Nathalie uno detrás del otro, primero Jessica, luego Diana, el novio de Diana, yo y por último la anfitriona. Sabía muy bien que esa sería la última vez que la veríamos, la última vez que hablaríamos, que nos miraríamos a los ojos, ese iba a ser el último abrazo que le diéramos antes de que ella se fuera.

Fue una visita más bien calmada, bastante callada. Y no era para menos, evidentemente la nostalgia y la tristeza por la partida de un ser querido y apreciado empezó a brotar semanas antes cuando se dio la gran noticia. Ella se fue para Argentina, se fue para estudiar, para vivir, aprender y madurar. Se fue para empezar un nuevo camino y en el proceso nos arrancó un pedazo de alma a quienes la conocimos. Yo no puedo decir que la quiero del mismo modo en que Jessica o Diana la quieren, estoy seguro que al menos una de esas dos ama a Nathalie; no, yo aprecio a esta señorita a pesar del poco tiempo que compartimos, era como si una conexión mística se hubiera tejido entre nosotros.

Esa noche ella llego caminando mientras nosotros esperábamos fuera del edificio. Estaba guapísima, con un saco blanco sobre sus hombros, un pequeño bolso gris colgando de su hombro y el cabello planchado (creo). Le dije que estaba campante, glamorosa, exalte la elegancia en el porte de su esqueleto y la donosura tan esplendida con la que se movía. Ella se sonrojo y luego nos reímos.

Son muchos los detalles que surgieron esa noche. Podría hablar de los churros y los roscones, podría mencionar la viciosa costumbre de Jessica por el Facebook, puedo hablar de los peluches en el cuarto de Nathalie, o de la asquerosa mancha blanca que Diana tenía en su pecho. Tantas cosas que ocurrieron y de las que hablar, pero no, por más que me esfuerce en dar un discurso detallando cada momento y evento no podría siquiera explicar con sinceridad la sensación que teníamos. Yo me limitaré a decir que la densidad en el aire a causa de la tristeza era tan pesada que poco a poco fue aplastando mi corazón hasta convertirlo en una pequeña nuez palpitante.

Ella, Nathalie, es flaca. Es adorable, inteligente. Ella baila, ella canta en la ducha. Ella solía salir con sus amigas, ella ama a cada una de ellas con las fuerzas de su alma. A diferencia de su pequeña contextura física, su espíritu es grande y posee tal gracia que cuando la ves de inmediato la paz se apodera del entorno. Ella escucha buena música, ella disfruta de nirvana y del rock clásico, de ese buen rock n roll. Ella te escucha, te aconseja. Ella se desespera cuando el aconsejado no hace caso. Ella fue muchas veces mi alivio cuando estaba al borde de precipicio a causa de Jessica. Ella lee, ella ve buenísimas películas. Ella tiene un afán admirable por las artes, su espíritu reboza de esa energía intelectual y emocional que los rolos y las rolas de hoy perdieron cuando la plancha con la que alisaron su cabello chamuscó sus neuronas. Nathalie fue una niña ayer, para mañana ya será toda una mujer.

Cuando ya se hizo muy tarde y debíamos irnos las palabras de consuelo fueron mudas y los abrazos profundos. Las lagrimas brotaron y pude ver como dos grandes amigas del alma daban su despedida física. Pude ver como a pesar del frió la ternura de su ser abrigaba a los que la abrazamos. Y aunque en ese momento me contuve para no dejar que una lagrimilla rodara por mi cara admito que ganas no me hicieron falta.

No sé si es por el impulso, o por la Argentinización producto de su partida pero justo ahora aprendo a disfrutar de Calamaro.

Te extrañaremos china, compañerita, mujercita. Que la vida sea venturosa de ahora adelante sin que el miedo se asome por las rendijas del amanecer… se valiente y fuerte y mantén en tu corazón a aquellos que dejaste y la fuerza que estos te dan. Que cuando vuelvas a estas furibundas tierras agrietadas seas ya una persona de éxito.

Y hoy, ya cuando ella debe estar a punto de aterrizar justo en este momento me pregunto si pensará en nosotros. Me pregunto su algún día la volveré a ver y sobre todo me pegunto si ella traerá los vinos que le encargué.

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