domingo, 9 de enero de 2011

Típico


El delirio de singularidad es el licor que enerva de grandeza nuestros egos y hace que nuestro pecho se ensanche cada que usamos ropa rara, decimos algo inteligente o vemos una película que nadie más ve. Esa ansia de querer despegarse de la sociedad que tan cruelmente nos ha criado es la que inspira este escrito, pero discrepando de muchos defensores de la libre expresión y que casualmente pertenecen a alguna tribu (no digo que todos los defensores de la libre expresión sean emos o floggers o skinheads)

Todo empieza más o menos a partir de los 13 años de edad, quizás en algunos antes, quizás en otros casos jamás. El chico o la chica despierta cierto interés en busca de aparte de las alas asfixiantes de la maternidad y la sobreprotección. Por mera coincidencia esto acurre normalmente cuando empiezan a salir pelos en el pubis los hombres empezamos a eyacular y las mujeres se desarrollan. Las hormonas alborotan y desestabilizan toda la programación mental y social con la que se fue criado. Ya no queremos ir más a la iglesia y si queremos conocer personas, enamorarnos y comenzar una vida sexual. Pero no todo es bonito un dulce. Luego de que sucede alguno de los siguientes aconteceres: o nos rompen el corazón por primera vez, o probamos el alcohol (u otras cosas), o combinamos ambas el mundo cambia totalmente.

La cotidianidad y las cosas tan comunes y obsoletas comienzan a fastidiar. El medio nos presiona para re direccionar los caminos, nosotros no queremos volver al camino adoquinado por los demás queremos explorar nuevos senderos llenos de espinas, espinilla y acné. El resto de la historia cada uno lo sabrá por su cuenta.

Freud menciono algo sobre el sentimiento oceánico, el ansia de un padre protector y el malestar en la cultura. No quiero ahondar en el psicoanálisis, eso me da flojera, solo quiero hacer mención de ello. ¿Por qué nombrar a este tipo? ¿Qué dijo acaso que fuera relevante para este asunto? Ya verán… léanlo.

Basta de divagar por ahora, volvamos al escrito. Por desgracia, el único escape a tanta presión es la búsqueda de un refugio, de una cueva en la cual encerrarnos ante la cegadora luz del sol. Necesitamos un bunker superacorazado que nos quite el oxígeno disponible dando como resultado una orgia de muerte neuronal y de voluntades también. Nos jactamos de una locura inexistente basada en actitudes mediocres, banales e insípidas. No somos más que productos fabricados en masa. Ni un cabello excesivamente planchado ni peinado de manera extraña, ni piercings, tampoco tatuajes o la música nos hacen diferentes; tampoco se salvan los que creen ser literatos contemporáneos, de artistas no descubiertos, o tal vez bohemios amantes de cosas inútiles. Nada de lo que pretendemos ser es propio, somos amoldados según los caprichos insensatos de un mercado volátil e inefable.

No somos rebeldes sin causa, somos rebeldes por el que el mundo nos ha hecho así.

El costo de tanta diversificación es la pérdida de identidad. No poseemos una identidad propia, por el contrario somos un amasijo de detalles provenientes de un mundo cosmopolita y multiétnico.

Asi que, para ser único? Para que insistir en la singularidad? Ya es claro que por mas que se quiera nada se logra. Seguimos apendejados en frente de una pantalla que irradia nuestros ojos y tuesta nuestro cerebro. Seguimos usando esos hijodeputas BlackBerrys que nos impide tener VIDA PRIVADA. Continuamos en la misma miseria televisiva que absorta humanidades ya casi deshechas por completo.

Y a pesar de ser un tema del que tanto se puede hablar, ya el sueño empieza a castigarme. Dejo por ahora esto asi, pero no sin antes decir unas palabras:

Yo digo no más. Yo digo que dejemos de querer ser tan únicos y típicos. Yo digo que nos atrevamos a desprendernos de la naturaleza dominada en la que estamos sometidos. Yo digo, “apaguemos los computadores, botemos esa botella al suelo, apaguemos ese cigarro, escupamos el éxtasis, interrumpamos el coito que esa cualquiera, que levantemos ese culo aplastado y casi inexistente y desconectemos todo, que desestimen el inocuo sentido de ir a tanta rumba vacía y que tanto mutila... Les digo que se quiten los metales de sus bocas y cejas, que se cubran la tinta de sus brazos, que se peinen de forma decente y olviden tanta imbecilizacion.

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