domingo, 23 de enero de 2011

Vuelo.

Luego de haber esperado el taxi por 15 minutos decidí salir a la calle y coger uno cualquiera. Temía perder el vuelo que tenía en menos de una hora. Por fortuna encontré un cacharro destartalado amarillo modelo Renault 12, el problema fue que la puerta no ajustaba bien y se me abrió un par de veces en las que casi pierdo el maletín en donde estaba el computador. El taxista un señor ya de edad, sin pelo, con culos de botella por gafas y totalmente arrugado no escuchaba siquiera los pitos e insultos de los demás conductores embravecidos por su manejo tan… inapropiado. Se comió todos los huecos habidos y de paso creo unos nuevos. Por fin y luego de tan tortuoso viaje logré llegar al aeropuerto.

Una vez dentro, la fila para hacer el registro era bastante larga y lenta, con una longitud de casi 100 metros parecía muy posible y probable que perdiera el vuelo. Era eterna la espera, cada 3 minutos solo avanzaba medio metro. ¡Mierda! Recordé tener el número de un conocido que podía ayudarme, funciono. Cuando pase a la sala de abordaje estaban a punto de cerrar las puertas del avión. Tuve que correr. Corrí lo más que pude, corrí de manera insólita, corrí con mi guitarra en una mano y con el maletín cuyo contenido era mi portátil y unos cuantos libros; en total unos 15 kilos en mi espalda más el peros de la guitarra (eléctrica), mi sombrero casi se me vuela de la cabeza, la mano que tenía libre apenas sirvió para agarrar esa mierda.

Subí al avión, le di mi pasa bordo a la aeromoza, ella me miro con desprecio, por mi culpa el vuelo se retrasó 7 minutos. Busco mi asiento, percibo como las miradas furibundas de los pasajeros penetran mi espinazo, me siento incomodo, me siento nervioso, sudo. No hay espacio en los compartimientos, ya todo está lleno. Una aero moza me dice que guardara mis cosas en la parte trasera, se lo agradezco y le doy una sonrisa de gratitud y amabilidad, ella me sonríe con socarrona ironía. Segundos después escullo el estruendo de mis cosas siendo arrojadas con fuerza al suelo.

-Tripulación armar deslizadores. Chequeo cruzado. ¿Ah?, me pregunto qué ocurre, que sucede. Reconozco la voz de la mujer que me atendió. Estamos a punto de despegar.

Señores pasajeros bienvenidos a bordo le habla Maribel Arenas jefe de cabina. ¡Malparida, me las pagaras!

Bienvenidos a bordo, la seguridad es prerrequisito para la operación y en ella tripulantes y viajeros tenemos un gran compromiso, -si uno grandísimo, como también llegar a tiempo al aeropuerto-

su cinturón de seguridad debe estar abrochado y ajustado mientras permanezca sentado, para hacerlo introduzca la punta metálica en la hebilla y ajústelo halando de la correa -como idiota obedezco, no es la primera vez que viajo. ¡Sé cómo ajustar el hp cinturón!-

la señal de cinturón indica que debe estar sentado y con el cinturón de seguridad abrochado. Para desabrocharlo levante la hebilla.-Al carajo, me importa un pepino su salgo volando dentro del avión por no usar el cinturón. Señor abróchese el cinturón. Si señorita, enseguida-

En caso de presentar una pérdida repentina de presión, las máscaras de oxígeno caerán automáticamente desde la unidad de servicio encima de su silla. Colóquela sobre nariz y boca, pase la banda alrededor de su cabeza y ajústela halando los extremos. Coloque primero su máscara y luego ayude a las personas que lo necesiten. Conserve la máscara puesta hasta que le indiquemos que la situación es normal.- ¿Acaso eso ocurre de verdad? A lo mejor es mera fantasía hollywoodense. En el club de la pelea dicen que el asunto con las máscaras de oxígeno es que te drogan, te dejan pasivo ante la situación; es comprensible que en un momento de pánico se quiera mantener a los pasajeros como borregos mansos que como cabras locas.

El avión está equipado con chalecos salvavidas ubique el suyo debajo o en el brazo de su silla. En caso de evacuación en el agua retírelo de la bolsa plástica y pase su cabeza por la abertura pase la correa alrededor de su cintura abróchelo y ajústelo a su medida halando de la misma, ínflelo al momento de salir del avión halando las perillas rojas o soplando por las boquillas que están a cada lado.-Esto jamás pasara, estamos en un vuelo sobre el continente, acá no hay mares ni grandes accidentes fluviales. Por esta época seca del año los ríos no dan para tanto.

Este avión cuenta con 8 salidas de emergencia, 4 a cada lado. En casa de evacuación y baja luminosidad un sistema en el piso lo guiara hacia cada salida. Identifique desde ahora la salida más cercana, esta podría estar incluso detrás de usted. Las salidas de emergencia deben permanecer siempre libres de objetos o equipaje. En caso de necesitar atención arriba de su silla encontrara el timbre de llamado. – En caso de necesitar un polvo a 12mil metros de altura oprima el timbre de llamado arriba de su silla y un gorila de 3 metros se lo clavara durante todo el vuelo para luego despacharlo por las 8 salidas de emergencia.

A partir de este momento y durante todo el vuelo debe apagar objetos electrónicos prohibidos, incluso equipos en modo avión. –de malas, ahora si ejecutare mi plan malévolo de rebeldía pura. No voy a apagar mi celular, me importa un bledo si el avión se cae, si terminamos en el fondo del magdalena o si se va la luz de repente.

Está prohibido fumar durante todo el vuelo,-¡Mierda!

… la alteración o manipulación de los detectores de humo instalados en los baños atenta contra la seguridad del vuelo y es penalizada por las autoridades. Si necesita más información por favor consulte las tarjetas a bordo que se encuentran en el bolsillo frente a su silla o infórmese con nuestra tripulación. Nuestro compromiso es su seguridad…

welcome aboard… Ahora esta carajada empezó en inglés. Apago la pantalla que hay frente a mí.

Me dedico a meditar, me dedico a cantar interiormente el maha mantra hare krishna. Quiero cauterizar mis nervios crispados. Quiero llegar rápido a Bogotá. Quiero empezar a trabajar. Quiero terminar de escribir el condenado informe que me encargaron. Quiero volverla a ver a ella. Quiero beber en una sola noche 3 botellas de vino yo solo. Quiero inyectarme una “dosis furiosa que me abrase por la antigua conexión celestial al dínamo estrellado de la maquinaria de la noche”[1]. El vuelo transcurre con total normalidad. Empiezo a pensar en cómo reaccionaré al verla a ella. Pienso en que le diré, en como la mirare o como la saludare. No estoy seguro de nada. No confió en mí mismo ni en mis reacciones inestables. Pienso en su cabello negro y liso, pienso en sus lunares. Pienso en su rostro, en sus labios y de nuevo otra vez pienso en sus manos. Quiero verla luego de 2 meses de ausencia. Quiero clavarle un cochino cuchillo por entre los ojos….¿Agua; café; jugo de mora, durazno o naranja piña? Se me acerca de nuevo Maribel, la azafata ofreciéndome algo de beber. Le digo que quiero solo agua. Pongo el vaso sobre la bandeja. El agua disipo mis ideas, ya no sé en qué pensaba. Creo que la contemplaba a ella, a la mujer que ha jodido los sesos durante los últimos años. ¡Basta de pensar en mujeres!

Faltando 10 minutos para el aterrizaje veo a través de la ventanilla como un cisne es tragado por una turbina del ala derecha. La turbina explota. La turbulencia se torna violenta. La gente que estaba en el pasillo para ir al baño cae. Los objetos personales no asegurados comienzan a volar por todas direcciones. Yo sentí como el vertido y las fuerzas gravitatorias y físicas actuaban en mi cuerpo. Debí abrocharme el cinturón. Las mascarillas caen al unísono del techo, la gente está desesperada, nadie sabe qué hacer. Nadie pone atención a las indicaciones de seguridad….

Señor despierte. Dice Maribel mientras me da unas palmaditas en el hombro. Ella está parada en el pasillo con mis cosas en la mano. Le agradezco su atención y salgo del avión. Llego a la zona de desembarque, cojo mi maleta y salgo del puente aéreo. Agarro uno de esos taxis que hay afuera autorizados y me voy directo a mi casa. Tengo muchas cosas que hacer, cosas que organizar y limpiar. Tengo que llegar pronto para preparar los explosivos plásticos con los que destruiré la corporación en la que estoy esclavizado.

¡DEJA DE PENSAR, DESPIERTA!


[1] Aullido, Allen Ginsberg.

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