sábado, 2 de octubre de 2010

Quiero sacarme el ojo izquierdo con una cuchara oxidada.



“La sentencia, la cruel sentencia de muerte fue la última frase claramente acentuada que llego a mis oídos. Luego, el sonido de las voces de los inquisidores me pareció que se desvanecía en el indefinible zumbido de un sueño...”

¿Acaso aún dudas de que nada de esto es real? Ya te lo he dicho, no trato de buscar la felicidad ni nada que se le parezca. Quiero el vértigo que ciega, los placeres que dañan, el amor que participa del odio, el pecar que deleita. Las llamas que consumen el espíritu noble y sensible no son ajenas a esta tendencia. ¿Cuántas veces no contemplamos lo sublime del nefasto paisaje infernal por entregarnos al frenesí carnal?

No pretendas actos de contrición y olvido, no pierdas el tiempo en eso. Soy tuyo del mismo modo que soy él, ella, nosotros y la morsa. Nadie es especial, nadie es un único y hermoso copo de nieve; venimos de la tierra, de las heces residuales de la resignación de Dios. Somos lo último en la lista. Somos tan magníficos que nos aburrimos de la perfección y preferimos insinuar faltas para de eso modo llenar los vacíos con paladas de mierda. La mierda se pudre, se consume y desaparece a la vista por lo que es necesario siempre más de la misma mierda.

Alcoholicemos nuestras intenciones de infinita sabiduría y saboteemos la felicidad ajena. Calcinemos la bondad que aun reside como parásita en nuestros calzones. ¡Cultivemos extensos campos de champiñón!

Esta es la somera declaración de un libre-pensante y malversado, quien enceguecido por la ambición de acabar con el mañana construyo una vida en un día. Somos los hijos de la angustia, la incertidumbre y el in-existencialismo.

Quiero sacarme el ojo para que todas las palomas de la plaza se caguen con precisa sincronía en el peluquín que algún día llevaré puesto. Quiero sacármelo con una cuchara y servirlo en el sancocho de gallina tu próximo paseo. Quiero que la cuchara este oxidada…. para que se infecte.

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